Exclusión y rechazo: la estela de ser joven desplazado por la violencia en Honduras

De la mano de diversas organizaciones, la OIT, UNESCO y COIPRODEN impulsan el proyecto Juventudes Desplazadas por la Violencia, en busca de mayores oportunidades y el fortalecimiento de capacidades para generar espacios de acogida más inclusivos y solidarios

Noticia | 4 de agosto de 2022

“Ese día fui a hacer la pulpería, caminé por la calle, todo se sentía normal, era un día soleado, la gente caminaba por todo lado. Miré a la esquina de la pulpería y a los 25 metros había una patrulla de policías, los miré, hice las compras y volví a casa. A eso de las 10 de la noche recibí un mensaje por Facebook de un perfil que no conocía ‘¡Hoy se salvó, estábamos cerca, si no hubiera estado esa patrulla allí, ahí mismo lo hubiéramos matado!’. En ese momento supe que las amenazas eran reales, no pude contener el miedo, pedí ayuda y al día siguiente salí hacia la capital”.

Nixxon Sánchez tiene 21 años, es proveniente de la comunidad de Choloma del departamento Cortés de Honduras. Hace poco más de un año vivió la mayor pesadilla de su vida y hoy es un joven desplazado por la violencia.

Cuenta Nixxon que su vida ha sido afectada por la violencia que impera en Honduras. A uno de sus hermanos lo mataron en un asalto, un hecho que lo convirtió en una persona temerosa y apartada de las calles, pero también lo convenció de la necesidad de aportar un granito de arena, por lo que se unió al grupo Jóvenes contra la Violencia desde hace cinco años.

Dos semanas antes de que recibiera el mensaje por Facebook y tuviera que dejar estudios, casa, amigos y familia atrás, su otro hermano llegó a casa asustado a decirle que unos hombres lo detuvieron en su trabajo para decirle que estaban buscando a Nixxon para matarlo, culpándolo de algo que él no hizo.

“Yo en mi mente pensé que estaban confundidos, pero no fue así. En la capital Tegucigalpa la Asociación Jóvenes contra la Violencia me ayudó, pero yo me sentía destrozado, no sabía que hacer, sin empleo, sin documentos y preocupado por mi mamá y mi hermano. Ser desplazado es muy difícil, las personas tienen estereotipos, te estigmatizan y no te dan oportunidades, existe una enorme discriminación”, relató.

La realidad que vive Nixxon aunque muy personal, es una de las miles de historias en Honduras. Se estima que unas 247.090 personas desplazadas por la violencia en Honduras, según cifras de ACNUR al 2021, de éstas el 57 por ciento son niños, niñas y jóvenes, todos afectados por el conflicto, la violencia, la persecución y el abuso a los derechos humanos.

Prueba de ello es la historia de Keylin Julissa Oseguera, una joven desplazada de 24 años, ella y sus tres hijos tuvieron que dejar toda una vida atrás en San Pedro Sula debido a la violencia de maras y pandillas.

“Vivir en mi colonia es complicado. Mi esposo y yo teníamos un negocio de transportes. Al ver una microempresa que va creciendo las pandillas empiezan a pedir extorsión. En mi caso pasó a mayores extremos porque al papá de mis hijos lo mataron, luego de que no logramos hacer la renta para pagarles, no tuve opción, me trasladé a Siguatepeque con mis hijos”.

Keylin Julissa además del sufrimiento de su pérdida, experimentó el rechazo de una sociedad que duda de quienes deben huir de sus tierras, el juicio y la discriminación. “Te miran con recelo, cuestionaban qué hacíamos acá y una no tiene ninguna ayuda para soportar todos los problemas”.

Por suerte, encontró una mano amiga en el grupo Jóvenes contra la Violencia, donde recibió apoyo, hizo voluntariado y hoy cuenta con un trabajo fijo para sostener a su familia. Además, por su desempeño en la organización la declararon subcoordinadora del capítulo de Siguatepeque.

Las estadísticas demográficas hondureñas plantean que el país cuenta al 2022 con un 30 por ciento de población joven y se prevé que tendrá para el año 2045 la mayor cantidad de personas en edad productiva de su historia.

Mientras tanto, la población juvenil entre las edades de 19 y 29 años es de 1.829.125 personas, con una tasa de Desocupación del 25,1 por ciento y una tasa de subocupación por insuficiencia de tiempo de trabajo del 23,1 por ciento a nivel nacional, según la septuagésima segunda edición de la Encuesta Permanente de Hogares de Propósitos Múltiples del 2021.

Estas cifras, que muestran una realidad preocupante en materia laboral para las personas jóvenes, se suman a muchas historias de vida marcadas por el desplazamiento; factores que han sido determinantes para que dos agencias de Naciones Unidas impulsaran el proyecto Juventudes Desplazadas por la Violencia en Honduras, de la mano de la Red COIPRODEN.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) para América Central, Haití, Panamá y República Dominicana, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) de la mano de la Red y de la Coordinadora de Instituciones Privadas Pro las Niñas, Niños, Adolescentes, Jóvenes y sus Derechos (Coiproden), han venido desarrollando acciones para apoyar a estas personas jóvenes, no sólo con procesos de capacitación, sino mediante la generación de espacios de encuentro, intercambio y reflexión colectiva en los municipios de Choloma, San Pedro Sula y Siguatepeque.

Asimismo, se trabajan temáticas como Cultura de Paz y Prevención de la Violencia, Inserción laboral y Género, Diversidad y estrategias para el abordaje del desplazamiento forzado.
Dunia Flores, coordinadora del proyecto por parte de la OIT señaló que han venido trabajando con los tres municipios, dos de ellos expulsores de jóvenes desplazados por violencia y uno de ellos que se ha convertido en el espacio de acogida.

“Estamos trabajando con las redes juveniles, apoyando y fortaleciendo las capacidades de los gobiernos locales, de las instituciones y el tejido social en los tres municipios, con el fin de mancomunar esfuerzos y contribuir juntos en la lucha y prevención de la violencia, y especialmente, en la atención de estas personas desplazadas”, indicó Flores.

En este sentido, las principales acciones del proyecto se orientan a incidir para que las personas jóvenes logren participar activamente en las dinámicas ciudadanas locales, a través de diálogos intergeneracionales; además, que las comunidades sean más abiertas y receptivas con respecto a los jóvenes desplazados y que, desde los gobiernos locales, se impulsen iniciativas a fin de establecer relaciones menos conflictivas y más cooperativas.