La sesión de 1919 del Consejo de Administración de la OIT

Al mismo tiempo que este número de la revista Trabajo entra en prensa, la 300ª sesión del Consejo de Administración de la OIT sigue su curso. ¿Cómo fue la primera reunión de esta institución, en noviembre de 1919?

Al mismo tiempo que este número de la revista Trabajo entra en prensa, la 300ª sesión del Consejo de Administración de la OIT sigue su curso. ¿Cómo fue la primera reunión de esta institución, en noviembre de 1919? Cuando Franklin D. Roosevelt, Presidente de los Estados Unidos, se dirigió a la Conferencia Internacional del Trabajo en noviembre de 1941, en plena Segunda Guerra Mundial, recordó que:

“Al parecer, alguien no había cumplido su tarea de atender los requerimientos de espacio necesarios... Tuve que encontrar un local para oficina en el Navy Building, además de suministros y máquinas de escribir...”

“En aquella época, la OIT seguía siendo un sueño. Para muchos era un sueño descabellado: ¿quién se habría imaginado que unos gobiernos se reunieran para perfeccionar las normas del trabajo a escala internacional? Aún más descabellada era la idea de que los propios afectados, trabajadores y empleadores de diversos países, pudieran compartir con los gobiernos la determinación de estas normas del trabajo... han pasado ya veintidós años. La OIT ha pasado por muchas pruebas...”

Una tarea fundamental de aquella primera reunión consistió en la elección del primer Director de la Oficina Internacional del Trabajo. Se pensó que la Dirección debía recaer en Arthur Fontaine o en Harold Butler. Edward Phelan recuerda la historia:

“La reunión se inició sin problemas, y casi de una manera informal, aunque pronto devino dramática. Sólo se encontraban presentes veintidós miembros del Consejo de Administración, y no se había adoptado aún ninguna disposición respecto a representantes o sustitutos, pero entre los asistentes figuraban casi todos los miembros destacados de la Conferencia: Fontaine, un tanto distante, con la dignidad de un olímpico discreto y ligeramente fatigado; Delevingne, alerta como un terrier; Mayor des Planches, más discreto aún que Fontaine, con una cortesía de otra época; Carlier, con una barba blanca, larga y cuadrada y una apariencia regia...; Jouhaux, que combinaba una voz atronadora y una apariencia de bucanero con una aguda inteligencia política...”

Se propuso la designación de un Director provisional hasta la siguiente reunión, pero “Jouhaux se puso en pie de inmediato, y en su voz atronadora pudo apreciarse un cierto tono de amenaza y determinación. Las cosas iban demasiado despacio. ¿No se iban a cumplir las promesas hechas a los trabajadores?... ¿Un Director provisional? ¡Que el Consejo de Administración cumpla con su deber y realice una designación definitiva de una vez!”

Tras un aplazamiento, se convino que el Consejo de Administración eligiera de inmediato Presidente y Director. Cuando Arthur Fontaine fue elegido Presidente permanente, “por tal decisión, fue eliminado de la lista de posibles directores. Su mandato en la Presidencia del Consejo de Administración duró diez años, y desempeñó su cargo con la mayor capacidad y distinción.

“Cuando Jouhaux exigió que procedieran a designar al Director permanente, Delevingne intentó de nuevo detener el curso de los acontecimientos, el asunto constituía una de las decisiones más importantes que tendría que adoptar el Consejo de Administración: no habían tenido tiempo para considerarlo, ni nombres disponibles para el cargo.”

“Si ustedes no tienen candidato, nosotros sí”, interrumpió el impulsivo Sr. Guérin, y la atmósfera se cargó súbitamente de electricidad.

De esta manera, Albert Thomas realizó su primera aparición en la Organización Internacional del Trabajo. Seguramente, ningún gran hombre irrumpió de un modo tan imprevisto y dramático en lo que resultaría ser un escenario tan notable”, escribe Phelan.

Y el resto, como suele decirse, es historia.