Trabajo Infantil en la fabricación de instrumentos quirúrgicos en Pakistán
El pequeño Asif, de doce años, al que su hermano lleva al trabajo en bicicleta, ayuda en la fabricación de instrumentos quirúrgicos. Está al final de una cadena que produce por un valor de 30 mil millones de dólares al año, fabricando instrumentos para hospitales, consultorios médicos y salones de belleza de todo en mundo.
Su taller puede vender una tijera quirúrgica por unos 27 dólares que los intermediarios pueden vender en el mercado internacional por más de 143 dólares. Pero pocos de estos beneficios son para Sialkot, Pakistán, donde Asif ha estado trabajando desde los 7 años.
Asif
(…) Estoy trabajando en esto porque tengo que pagar algunas deudas. Cuando empecé lo encontraba peligroso, pero ahora he aprendido cómo trabajar.
Para ayudar a pagar las deudas contraídas por su padre, Asif trabaja en 600 piezas cada día, limando y afilando, y exponiéndose a peligros que ni siquiera un adulto toleraría. Uno de los riesgos para la salud más persistentes es la constante exposición al fino polvo de metal que daña los ojos y causa problemas respiratorios, sin mencionar los cortes y quemaduras causados por las diversas máquinas. Pero el peligro mayor es imponderable.
Benyameen
En el momento en que un niño empieza a trabajar pasa de la infancia a la edad adulta, se convierte en un adulto. Pero su crecimiento mental no acompaña. Se trata de un niño que está haciendo lo que hacen los adultos. Debido a ello para mí, y lo reitero, esto es un delito.
En 1999 los que se dedican a la industria de la manufactura quirúrgica en Sialkot decidieron que los niños no realizasen este peligroso trabajo. Pero hacer esto de golpe implicaría para las familias pobres una desastrosa pérdida de ingresos y el riesgo de que los padres pusiesen a sus hijos a trabajar en trabajos aún más peligrosos. Por ello la Organización Internacional del Trabajo, la OIT optó por un enfoque gradual: ayudaron a establecer centros informales de educación. Cada tarde los niños como Asif acuden durante dos horas a esta escuela especial, toman clases y se relacionan con niños de su edad. De esta forma siguen ganando dinero cada día y al mismo tiempo reciben educación.
La OIT espera alcanzar sus objetivos garantizando que no haya otros niños que empiecen a trabajar en esta industria y que los niños que trabajan continúen asistiendo a la escuela hasta la edad adulta. Sin embargo, el mayor desafío seguirá viniendo de las familias que luchan por sobrevivir – hasta que quizá hijos como Asif, más preparados, ayuden a cambiar la situación.